

Alberto Burnichon nació el 14 de febrero de 1918 en Tigre, provincia de Buenos Aires. Fue el único varón entre tres hermanos y su vida estuvo marcada por un inquebrantable compromiso con la cultura, la literatura y la lucha por la justicia. Si bien sus comienzos estuvieron ligados a estudios de Astronomía en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), pronto se apartó del camino científico para sumergirse en las artes y el activismo cultural que definirían su existencia.
Burnichon vivió en distintas provincias argentinas, incluidos Córdoba, Formosa y Tucumán, donde formó parte de diversos movimientos culturales. En la Universidad de Tucumán fundó y dirigió el primer grupo de Teatro Universitario, una de sus muchas incursiones en el mundo de las artes. En esos años, junto a poetas, escritores, dramaturgos y escultores, fundó «La Carpa», un colectivo cultural multidisciplinario que sería el origen de su primer sello editorial.
Burnichon cultivó una red de relaciones con algunos de los nombres más importantes de la literatura entre ellos escritores y poetas de renombre como Héctor Oesterheld, Juan Gelman, Eduardo Galeano y artistas como Remo Bianchedi o Carlos Alonso lo consolidó como un pilar fundamental en la historia cultural argentina.

En Salta fue editor de Manuel Castilla, Jacobo Regen, Miguel Angel Pérez, Baica Dávalos, Luis Andolfi, Walter Adet, Raúl Aráoz Anzoateguy, entre tantos escritores y artistas plásticos de Salta y el interior del país; de quienes no sólo editaba libros, cuadernillos, plaquetas que él mismo preparaba y cuidaba, sino que, además, se encargaba de distribuir por las provincias dichos materiales para hacerlo accesible al publico.
De Burnichón aprendí la humildad, la sabiduría que el pudor oculta, la cordialidad, el abrazo de verdad y el mejor brindis que he escuchado jamás y que habitualmente uso, invocando las fuentes: ¡ por el pretexto! Eduardo Galeano, 2013.

En 1950 publicó su primera edición, un libro de poemas del escritor Manuel Castilla a través de su sello «La Carpa Ediciones». En 1952, publicó un primer ensayo político de Ezequiel Martínez Estrada, contribuyendo de esta manera a la difusión de ideas que en ese momento estaban fuera del circuito tradicional.
Un Hombre de Diálogos y Encuentros
Iván, uno de sus nietos, lo recuerda como un hombre entrañable, un personaje que llevaba su portafolio lleno de libros y recorría librerías, bares y diversos lugares de las provincias para fomentar conversaciones y encuentros literarios.
«Conducía su citroneta y viajaba por el interior de Córdoba y otras provincias en busca de autores inéditos», recuerda Iván. Era un hombre de la palabra, que entendía que la amistad, como la literatura, no se pide, se ofrece sin esperar nada a cambio. Su esposa, María Saleme, lo definió como «un excelente buceador y un amigo que ofreció su amistad sin reclamar el vuelto».
Burnichon, la pasion y el compromiso con la cultura

El 24 de marzo de 1976, día en que comenzó el golpe de Estado en Argentina, Alberto Burnichon fue secuestrado junto a su familia en su hogar de Villa Rivera Indarte, en Córdoba.
Su esposa María, sus hijos Soledad y David, su nuera Beatriz Montenegro y dos de sus nietos fueron liberados horas después, pero Alberto y su hijo David fueron llevados a centros clandestinos de detención.
En un clima de horror y represión, Alberto Burnichon pasó por varios centros de tortura, entre ellos el temible «Campo de La Ribera» y «La Perla», donde otros prisioneros sobrevivientes confirmaron su presencia. Siendo asesinado el 27 de marzo de 1976, a los 58 años, con siete disparos en la garganta.
En nombre de Alberto Burnichon se conmemora hoy, 25 de marzo el día del editor en Córdoba y Salta. Considerado más que un editor; un tejedor de vínculos, un hombre que, con su mirada sensible y su profundo respeto por la palabra y la creación, conectó a poetas, músicos, artistas plásticos y pensadores en una red cultural que atravesó décadas.
«ya se nos escurrió de entre los dedos de las manos», pero no permitamos que se nos escurra de los dedos del tiempo y la memoria. Su legado, forjado en la amistad y en su pasión por el arte, continúa siendo un faro para nosotros y para las futuras generaciones. Porque lo que hizo Alberto Burnichon, más allá de su tiempo, sigue inspirando a quienes buscan en la cultura una forma de vida y resistencia. (En la voz de su familia)
Fuentes:
