Por Violeta Herrero

Voy a dormir se llamó el poema que Alfonsina escribió en Mar del Plata, días antes de morir. El último.
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias…Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Toda vida y toda muerte se dan en contexto, de modo que elijo su poema Dolor (Ocre, 1925) para esbozar, quizás, su estado de ánimo más profundo. Pues su energía, alegría y sociabilidad, que la llevaron a moverse tanto y tan bien en la sociedad literaria de su época, sin duda flotaron siempre sobre una profunda tristeza, hija de su niñez, de su difícil relación con papá Alfonso, de su cada vez más extrema sensibilidad (piénsese en sus poemas por los niños de la Primera Guerra en Europa) y, como intuyo, de la decepción por la figura del hombre que siempre se está yendo, la está dejando…

Como confesara a Ernesto de la Fuente, en El Suplemento (1928): pero llegó un día triste, comprendí que me había engañado y que él era como son la mayoría de los hombres…

Por eso traigo aquí su poema Dolor, sobre el que corrió mucha tinta, entendiéndoselo como el más representativo de la poesía femenina de la época y de la misma Alfonsina y fundamentalmente, como la más lograda expresión de los universales sentimientos de melancolía, desasosiego, anhelo de diluirse en el silencio del mar -lugar donde esconderse de sus aflicciones-, sufrimiento intenso, profunda desesperanza…
Y de este modo, si bien ha sido interpretado como la síntesis del gran dolor que ella sentía, lo que yo leo en ese maravilloso poema es la descripción de la actitud que ella se propone sostener para enfrentarlo.
De hecho, fue diagnosticada y operada de cáncer avanzado en 1935 y pese a los tratamientos que sufrió, se mantuvo en pie y activa hasta tres años después, cuando eligió terminar con el dolor.
Lejos de pensar que Dolor traduce profunda desesperanza, lo percibo luminoso: qué otra cosa pensar de sintagmas tales como tarde divina, arena de oro, cielos puros… O de su deseo de ser alta, soberbia, perfecta como una romana, para parecerse a las grandes olas y las anchas playas…

Acompáñenme a disfrutar desde la novena hasta la decimoctava líneas de Dolor; imagino que, frente al mar, se permitió soñar con la serenidad más absoluta (y, seguro, más sanadora), mediante el logro de su aceptación de todo, la superación de todo y su centramiento emocional, algo así como recibirse de ser humano.

Aunque, claro, su acción rupturista y polémica le atrajo siempre críticas bien o mal intencionadas, y eso es duro de sobrellevar en un mundo dominado por hombres.
Tuvo, empero, la fortaleza de sobreponerse y seguir creando eternamente…
Dolor
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar
Sí parece interesante detenerme un poco en la simbología del mar para ella, no sólo en este poema sino también en otros: la repetición de la palabra mar crea un ritmo y una atmósfera muy especiales en Dolor y, en Un cementerio que mira al mar (Languidez, 1920), aquél puede ser el gran liberador de los muertos, al quitar las lápidas de sus tumbas y acogerlos entre sus brazos.
Mi percepción es que el mar -que amaba- fue para ella un gran liberador. También escribió otro poema maravilloso (me lo enseñaron en quinto grado), donde espiamos su vida en el fondo del mar…
Yo en el fondo del mar
En el fondo del mar
hay una casa de cristal.
A una avenida de madréporas da.
Un gran pez de oro, a las cinco,
me viene a saludar.
Me trae un rojo ramo de flores de coral.
Duermo en una cama
un poco más azul que el mar.
Un pulpo me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde
que me circunda —din don… din dan—
se balancean y cantan
las sirenas de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza arden,
en el crepúsculo,
las erizadas puntas del mar.
(Publicado en Mundo de siete pozos, 1935)

Hasta este punto me propuse exponer -como lo pienso- que su decisión suicida no fue improvisada, sino que vino prefigurada por sus experiencias dolorosas desde la niñez y, seguro, potenciada por tres años de un cáncer cruel y sin esperanza, como ocurría en la época. Al dolor moral y sentimental se unía el intenso dolor físico… Pero no eligió un arma sino el abrazo definitivo del amadísimo océano, encerrado entre la tierra y el cie
¡Y cuánta, Dios mío, cuánta grandeza al escribir Voy a dormir, un par de días antes del 25 de octubre de 1938, el cual envió al diario La Nación antes de saltar desde el balneario del Club de Mujeres Argentinas (publicado en la edición matutina del 26 de octubre y, luego, en la publicación póstuma Canto a Rosario, 1947).
Voy a dormir posee la sublimidad de los grandes, simples acontecimientos, los que ocurren en el silencio del fondo del alma, ese dulce refugio donde estamos solos y nos escuchamos, nos comprendemos, nos perdonamos.
Donde podemos elegir una muerte digna, sin sufrimiento innecesario… Y donde podemos, definitivamente, ser fieles a nosotros mismos.

Yo soy cobarde, carezco de valor para tomar semejante decisión. Y por ello admiro a esta gran mujer, que abrió puertas y profetizó miles de ventanas para todas las mujeres, comprometiendo su cuerpo y su infinito espíritu; simplemente… simplemente yéndose a dormir entre sábanas terrosas, con un edredón de musgos escardados…
Hoy sólo puedo rezar por ella, agradecerle su vida y la maravilla de su obra poética, deseando que eternamente existan quienes la lean y aprecien. Yo, en particular, no quisiera que se convierta en un olvido perenne del mar…
